Je suis Charlie

Era una mañana de miércoles normal en la redacción de la revista Charlie Hebdo. Los redactores del semanario satírico que combate con ingenio el fanatismo y las ideologías del odio mantenían su reunión semanal de contenidos para el próximo número . De repente, dos encapuchados armados con kalashnikov irrumpen en la sede del diario en París y comienzan a disparar mientras preguntan por los nombres de los dibujantes que, con sus trazos astutos e irreverentes, llevaban años poniendo en evidencia a los fanáticos islamistas. "Alá es grande", gritaron los asesinos tras cometer el vil atentado, que costó la vida de 12 personas y dejó heridas a otras 11, cuatro de ellas de gravedad. Los terroristas huyeron. Uno de los tres que pudieron participar en el ataque, de 18 años, ya se ha entregado a la policía y proclama su inocencia. Al parecer es familiar de los otros dos terroristas, hermanos, que ya están identificados pero aún no localizados, pues huyeron del lugar del atentado, uno de los mayores sufridos por Francia y un ataque intolerable a la libertad de expresión. 

Es espeluznante e inconcebible que se llegue a tal grado de sinrazón y odio. No entra en la cabeza que haya seres tan fanáticos como para asesinar a personas por haber satirizado sobre sus prácticas, que no sobre sus creencias. Stéphane Charbonnier, director de la revista satírica que fue asesinado ayer, había dejado claro con su acción en los últimos años que no estaba dispuesto a capitular contra las amenazas de los radicales. "El humor o la muerte", cuenta el diario El Mundo que era su lema. "Había que elegir entre la libertad de expresión y la de circulación. Yo elegí la primera", contaba el director del semanario, que al igual que sus dibujantes plantó cara con valentía a la sinrazón y decidió erigirse en defensor de un derecho, el de la libertad de expresión, que tantos años y tantas vidas humanas ha costado conseguir

En 2006, el diario danés Jyllands-Posten publicó unas viñetas de Mahoma, profeta para los musulmanes y que según una interpretación rígida del Corán no puede ser representado. El medio fue amenazado por los radicales, que sólo se representan a sí mismos y desde luego no a los musulmanes. Ayer fueron muchas, la inmensa mayoría, las voces de musulmanes que condenaron el atroz atentado contra la revista Charlie Hebdo. En aquel entonces se abrió un debate sobre la autocensura, pues no otra cosa proponían muchos (y yo creo que en aquel momento, en algún debate en la universidad, defendí esa misma postura que hace tiempo deseché): si a los musulmanes radicales les molesta que representemos a Mahoma, no lo hagamos. Son muchas las declaraciones de responsables políticos de aquella época afirmando que la publicación de viñetas de Mahoma no era más que una provocación sin sentido. Como si en una democracia el derecho a provocar, a publicar viñetas o informaciones irreverentes, satíricas, no estuviera amparado por el derecho a la libertad de expresión. 

Oppenheimer y Loïc Sécheresse. Fuente: Libération
Las viñetas que tan nerviosos ponían a los fanáticos, las que le han costado la vida a doce personas, desbordan inteligencia. Por ejemplo la portada de Charli Hebdo con la que abrimos este artículo, en la que aparece un miembro del Estado Islámico decapitando al profeta Mahoma mientras este le dice "soy el profeta, estúpido", pero el fanático le llama infiel, refleja a la perfección el grado de locura y sinrazón de las personas dispuestas a matar en nombre de dios, decididas a combatir al infiel, quien es quien no piensa como él. Esta chusma pretende imponer su creencias en todo el mundo. Todo aquel que no comparte esas creencias, que naturalmente no representan al Islam en absoluto, es su enemigo. Luchan contra la civilización. Son los bárbaros de nuestro tiempo. Es importante que seamos conscientes de ello. Los radicales que cometen atrocidades como el ataque de ayer en la revista Charlie Hebdo son enemigos de la civilización, de la democracia, de los derechos fundamentales, de los principios que definen a nuestra sociedad. 

En Europa vivimos una severa crisis económica, política, social y de valores. Pero conviene no olvidar lo que somos, lo que construimos. Conviene recordar lo mucho que nos costó sacudirnos de la opresión del fanatismo religioso, lo mucho que se tardó en construir una sociedad tolerante y respetuosa para todas las creencias. Conviene no olvidar que si algo representa a nuestro sistema democrático, por muchos defectos que tenga (y, evidentemente, los tiene a raudales) es que se constituye sobre la base de los Derechos Humanos. Y uno de esos derechos fundamentales que aterra a los terroristas, que les escama, que les resulta insufrible y les invita  a matar a quienes con un lápiz como única arma pone en evidencia su fanatismo y su estupidez, es la libertad de expresión, derecho irrenunciable con el que no caben pasos atrás. Y, sin duda, autocensurarse por las amenazas de los radicales es una concesión que no deberíamos permitirnos. 

"Él disparó primero". David Pope
Una de las etiquetas que ayer fue de las más empleadas en Twitter para condenar el atroz atentado contra los trabajadores de Charlie Hebdot fue "Je suis Charlie" (yo soy Charlie). Con esa expresión se deja claro que el ataque contra un medio de comunicación incómodo para un grupo de fanáticos es un ataque intolerable contra la libertad de expresión y, por tanto, contra toda la sociedad. Pero, en realidad, esa frase no es cierta. Casi nadie es Charlie Hebdo. Fundamentalmente por cobardía, pocos son los que se atreven a llegar tan lejos como han llegado los autores de esta revista satírica. Pocos se juegan la vida conscientes de que "más vale morir de pie que vivir siempre arrodillado", frase del che Guevara que también era un lema para el director del semanario francés. La reacción de muchos medios de comunicación a la polémica por la publicación de las viñetas de Mahoma en 2006 así lo demuestra. Frente a aquellos que por cobardía o por una tolerancia mal entendida decidieron no publicar los dibujos en solidaridad con el medio que había sido amenazado está Charlie Hebdo, que sí llevó a portada las viñetas y que ha seguido desde entonces, a pesar de la amenaza de los radicales, publicando dibujos inteligentes para censurar la barbarie de los terroristas islamistas

Muchos días, lo mejor de los diarios está en sus viñetas. Los dibujantes gráficos construyen con sus trazos y unas pocas palabras auténticos editoriales de un impacto visual y una fuerza imposible de lograr con mil palabras. Con sencillez e inteligencia, con astucia y talento, con mala uva e irreverencia, los dibujantes gráficos retratan la sociedad, el mundo en que vivimos. Ha sido particularmente conmovedora la reacción de los dibujantes en todo el mundo al atentado contra Charlie Hebdo. En este artículo estoy compartiendo algunas de esas viñetas en respuesta del ataque. En ellas, lápices y papeles aparecen como las poderosas armas de los dibujantes del medio satírico francés contra las que ejercen la fanática violencia los radicales. Dos lápices aparecen como dos torres gemelas que son atacadas por la ira de los radicales

Francisco J. Olea. @oleismos
No hay arma más poderosa que los trazos inteligentes y críticos de los dibujantes gráficos. Ellos, que hacen a diario muchas de las obras periodísticas que de verdad valen la pena, y el resto de periodistas debemos responder con firmeza a este ataque, porque nos va la libertad de expresión (o sea, la vida) en ello. A los periodistas y a la sociedad, porque es verdad que no pocas veces los periodistas pecamos de prepotencia afirmando que somos claves para toda democracia. No somos nosotros, y muchos menos nuestras discutibles prácticas en ocasiones o ciertas servidumbres de nuestros medios, los pilares de la democracia. Pero sí lo es el periodismo, que es, en palabras de Orwell, "publicar aquello que alguien no quiere que publiques". Despojados de toda prepotencia, pues, debemos defender que el buen periodismo es un pilar de toda democracia y que la civilización de derechos y libertades contra la que combaten los radicales que ayer asesinaron a sangre fría a doce personas en París en nombre de un dios se debilita si los medios de comunicación no ejercen su papel con valentía e independencia

Todo lo que envuelve a este vil asesinato es despreciable, triste y muy doloroso. Una de las consecuencias no deseadas, y contra la que creo que también debemos combatir, es que se produzca un sentimiento islamófobo en Europa, que se acreciente este sentimiento, mejor dicho. Lamentablemente, en los últimos meses se ha registrado un rebrote de planteamientos políticos racistas contra los extranjeros, y en particular contra los musulmanes. En Francia, precisamente, el Frente Nacional de Marine LePen hace bandera de un discurso antiinmigración. Para que nadie se confunda, por cierto, Charlie Hebdo ha dedicado también portadas demoledoras contra esta política de extrema derecha. Que el asesinato de sus trabajadores sirva para encender los ánimos racistas e intolerantes sería una deshonra para quienes se jugaron la vida, y han terminado dándola, para combatir el fanatismo. Los musulmanes no están representados por los asesinos que dicen matar en nombre de Alá, y además son las principales víctimas de los atentados de los radicales en todo el mundo. Ellos son víctimas igual que nosotros del odio de una minoría. Cuando Charlie Hebdo publicaba sus viñetas contra los fanáticos dejaba claro que no iba contra el Islam, sino contra quienes hacían una lectura radical y extremista de esa religión, tan respetable como todas las demás. 

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