Trigo limpio

Esta semana el cardenal y arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, participó en un desayuno informativo en la capital del Turia. (Ayer pidió perdón por las críticas a sus palabras, diciendo que no hacía dicho lo que en realidad sí dijo y que estaba sufriendo un linchamiento. Menos mal que fue grabada su intervención, porque si no podría hasta colar que no soltó por su boca tamañas burradas). La mezquindad de sus declaraciones salta a la vista por las obscenas palabras con las que habló de la crisis de refugiados. Pero una parte de su intervención es especialmente esclarecedora. Hablaba el cardenal de las personas que huyen de la guerra, de niños, mujeres y hombres desesperados que llaman a las puertas de Europa no ya en busca de una vida mejor, sino sencillamente en busca de conservar su vida, pues escapan de un conflicto bélico espantoso. Hablaba de esas personas y lo hacía en estos términos: "esta invasión de perso... de emigrantes, de refugiados, es todo trigo limpio?" Esa rectificación, cuando iba a decir "personas" pero se quedó a medias y vio más correcto hablar de emigrantes y refugiados, poniendo distancia. Esa palabra, "invasión", con tintes de riesgo, cuando podría haber hablado sólo de llegada. 

Las palabras no son inocentes. El cardenal Cañizares decidió poner distancias con estas personas. Distancias lingüísticas, artificiales. Habló de refugiados, porque así, como quien habla de inmigrantes ilegales y jamás emplea el término personas, marca diferencias entre ellos y nosotros. El arzobispo de Valencia decidió dejar claro con sus términos, con esa esclarecedora rectificación a mitad de la frase, que considera más adecuado hablar de emigrantes y refugiados, y quizá se quedó con ganas de hablar directamente de inmigrantes ilegales, como si las personas pudieran ser ilegales, que de personas. Porque si se les llama personas, se acepta que tienen los mismos derechos fundamentales que nosotros, por el mero hecho de serlo. Porque eso significaría defender que merecen un trato digno, que son seres humanos indefensos que claman por nuestra ayuda, nuestra caridad cristina, si es un término que resulta más familiar al cardenal. Por cierto, Cañizares dijo que no es verdad eso de que los refugiados estén siendo perseguidos. Lo sabrá él. 

Las críticas que merece el señor Cañizares por sus repugnantes declaraciones, afirmando además que los refugiados son un caballo de Troya que amenaza a Europa, nada menos, no derivan del agnosticismo o del ateísmo de quienes las vierta. En absoluto. Es más, derivan de la enorme contradicción entre los principios que, en teoría, deberían regir la actuación de todo un cardenal y sus palabras. Porque en la Biblia nada se lee de odio al diferente, de cautela ante los extranjeros. Más bien, al contrario. Se ve a Jesucristo conviviendo con personas marginales, predicando en favor de quienes no tienen nada. "Porque tuve hambre, y me distéis de comer; tuve sed, y me distéis de beber; fui forastero, y me recogisteis". Mateo 25: 35. 

Supongo que el señor Cañizares ha leído la Biblia más que yo, pero parece que extrae unas conclusiones algo diferentes. Cuando lee aquello de dar cobijo a los forasteros, por lo que se ve, le cuesta encontrar el paralelismo con los refugiados, ese caballo de Troya. Cuando lee las menciones a la caridad cristiana, le deben de sonar a chino, a antiguallas de hace dos milenios que ahora no pegan. Tiene un problema el cardenal, como tantos otros jerarcas católicos, no ya con el siglo en el que viven, como dos o tres por delante del propio de las ideas que defienden, sino con su creencia. No sé dónde han leído en la Biblia que se deba mostrar reparos a la hora de atender a los refugiados. Lo que preocupa de Europa no es que los refugiados puedan pervertir sus bases católicas, sino que se esté mostrando incapaz de atender de forma digna a estas personas. 

El arzobispo entra en contradicción con la Biblia, pero también con los mensajes del papa. Así que Cañizares anda enfrentado con su jefe celestial y con el de la Tierra. El primer viaje del papa Francisco fue a la isla italiana de Lampedusa, donde pronunció un extraordinario discurso en el que criticaba la "globalización de la indiferencia" de la que son víctimas las personas inmigrantes que buscan una vida mejor en Europa y tantas veces la pierden en el Mediterráneo. Ante el drama de los refugiados que proceden de Siria, el papa llamó a las órdenes religiosas, a las iglesias y a los católicos a acoger a personas inmigrantes en su casa, a darles atención. Suponemos que el cardenal Cañizares no está del todo de acuerdo con este mensaje humano del papa. Cómo va a acoger él en su casa o en su suntuosa palacio arzobispal al caballo de Troya que viene a destrozar Europa y sus esencias cristianas. 

El gran titular que dejó el cardenal Cañizares fue este de los inmigrantes, pero tuvo para más. Por ejemplo, habló de la pobreza en España. Y a él, a diferencia de Cáritas, que hace un labor tan excepcional en nuestro país con las personas que sufren por la crisis, y de la que al parecer el señor arzobispo conoce poco, cree que no hay tantos pobres en España como se dice. Que de eso nada. Aquí también desobedece el cardenal al papa, quien defendió que los obispos deben oler a oveja, juntarse con el rebaño y no quedarse encerrados en las catedrales. Al margen de que estos términos (rebaño, pastores) no dejan en muy buen lugar a la Iglesia, aunque definen con precisión lo que tantas veces es la religión (no dejar a las personas vivir y actuar en conciencia, sino en base a rígidos principios que impone una jerarquía), lo cierto es que el fondo de este mensaje es claro: juntarse con la gente que sufre. Y parece que el cardenal Cañizares mucho, mucho no se junta con los ciudadanos de a pie. Sólo así se puede justificar esa absoluta desconexión con la realidad española. 

Emparenta el cardenal Cañizares con Orban, el racista presidente de Hungría, o con el gobierno polaco, que dice que no quiere admitir a refugiados si estos son musulmanes, porque Europa tiene una base católica. Ellos dijeron antes que el cardenal aquello de que los refugiados son una amenaza, un caballo de Troya, un riesgo externo que no se debe tolerar. Consigue así el arzobispo de Valencia alinearse del lado de los más extremistas y xenófobos políticos de Europa, los que representan lo peor de nuestra sociedad, el racismo y el odio al diferente, sólo que desde los púlpitos choca más este discurso tan poco sensible, tan intolerante

Para rematar, el señor Cañizares, que tanto sufre por la identidad de Europa ante la "invasión" de refugiados también tuvo tiempo para hablar de la unidad de España que es, dijo, un bien moral. Se le ve al cardenal más preocupado por cuestiones identitarias que por el sufrimiento de seres humanos desesperados. A él, por lo que se deduce de sus palabras, la espanta más el reto soberanista en Cataluña, las imágenes de esteladas colgando de los balcones, que la fotografía del niño Aylan, 3 años, muerto en las costas turcas o tantas imágenes horrorosas de familias enteras que huyen de la guerra en Siria. La identidad por encima de los Derechos Humanos. Los principios por delante de las personas. Antes de las elecciones catalanes, Cañizares convocó una vigilia por la unidad de España. No se espera que convoque otra por el bienestar de los miles de personas que buscan en Europa una oportunidad. Porque esas personas son, ya saben, el caballo de Troya que viene a romper la identidad de nuestro continente. Qué miedo me dan estos defensores de nuestra identidad y qué daño hacen a esa otra Iglesia, numerosa, sin duda mayoritaria de católicos de base, parroquias y centros religiosos que tanto bien están haciendo, que tanto están ayudando a los que más sufren en la crisis. 

Se preguntó el cardenal Cañizares si los refugiados eran todos los refugiados trigo limpio. ¿Se ha preguntado si son trigo limpio los innumerables sacerdotes que han abusado de menores? ¿Y los responsables de la jerarquía católica que los han protegido ante la justicia imponiendo una odiosa ley del silencio? ¿Es trigo limpio la funcionaria estadounidense condenada por no cumplir la ley que permite el matrimonio a las personas del mismo sexo con la que se reunió el papa Francisco en su viaje a Estados Unidos? ¿Es trigo limpio aquel que minimiza el inmenso problema de desigualdad, hambre y miseria que existe en España? Da la impresión de que el cardenal echa de menos los tiempos en los que la Iglesia católica establecía los principios para todos, no sólo los que profesaban esa fe. Pasa mucho cuando se escucha a líderes religiosos. Parece que añoran tiempos pasados en los que el Estado y la religión eran una misma cosa y en los que la identidad católica era un bien supremo a preservar. Deberían Cañizares y los obispos que piensen como él leer la Biblia y consultar el calendario. Se sorprenderán mucho en ambos casos. 

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